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Nostalgia

“O lograba ser profesional, o me quedaba en Empalme toda mi vida”

Mingo Rivera

Para poder salir de Empalme, Sonora, y conocer otro mundo, el mejor camino era hacerlo jugando pelota. Soy Domingo Rivera, me dicen el “Mingo”, y fui beisbolista profesional.

Salir de Empalme

Para un joven de cuna humilde, como yo, no tenía de otra. O lograba que me contrataran para el beisbol profesional, o Mingo Rivera se quedaría en Empalme toda su vida.

Así pensaba a mis quince años de edad. Yo apoyaba a mi casa con un trabajo de venta y entrega de hielo. Con aquel calorón que hacía en Empalme tenía mucho trabajo, pero ganaba poco.

Por eso, cada vez que podía, me escapaba al campo de pelota a jugar. A mí, me gustaba salir a conocer; me imaginaba cómo serían otros lugares.

No tardé mucho. A los 16 años debuto como profesional con el equipo local, los Rieleros de Empalme. Corría el año de 1960. La Liga Invernal de Sonora, que es el atecedente de la LMP, era muy fuerte y ahí andaba yo entre puros peloterazos. Salíamos a jugar a Hermosillo, a Obregón y al vecino Guaymas. 

Rieleros de Empalme de inicios de los 60
Rieleros de Empalme de inicios de los 60

Con reconocimiento me acuerdo de uno de mis guías en aquel año, Romeo Cadena, un pitcher que mucho me impulsó.

El más joven en debutar en la Liga Invernal de Sonora

Ahora sé que tengo la marca de ser el jugador más joven en haber debutado en la Liga Invernal de Sonora en toda su historia. Yo tenía 16 años y dos meses.

En esa temporada, mi paisano Ronnie Camacho me recomendó al Pericos de Puebla de la Liga Mexicana de Beisbol y me firman. Me asignan para jugar en la sucursal de la Liga Central en Celaya, mis recordados Cajeteros.

Por fin, se me hacía salir de Empalme. Partí rumbo a Guanajuato y me acompañaban dos paisanos, Saúl Villegas y Antonio “Pitito” Olea. Ya en Celaya, debuta con nosotros un pitcher zurdo veracruzano, muy bueno, Alfredo Ortíz, de Medellín de Bravo.

Mi deseo era llegar a 50 años en el beisbol profesional

Asi empezó mi carrera en el béisbol profesional. Estuve ligado por 48 años al beisbol, y mi deseo era llegar a 50 años en la pelota, pero me enfermé dirigiendo a Potros de Tijuana. Preferí ya sentar cabeza y retirarme. Era el año 2008. Se me fueron volando esos 48 años.

Como pelotero activo jugué de 1960 al 74 en el invierno y de 1964 al 80 en el verano.

Cuando llegué a los Cajeteros de Celaya, supe lo que era comer una buena cajeta, deliciosa. En ese entonces en la Liga Central jugaban muchos cubanos, y también en la del Noroeste. 

Creo que la única vez que me suspendieron, fue en esos años. Yo ganaba con Cajeteros 750 pesos y para el segundo año me subieron a 850. Pero me contactó el Tepic, de la del Noroeste, y me ofrecieron 1,500. Me fui con ellos. Suspendido, me notificaron. Finalmente logré que me dispensaran la sanción.

Estuve con el equipo hasta 1964. Fueron cuatro años, y al cumplir 20, me suben a la liga grande, la Liga Mexicana, a jugar en Poza Rica con los Petroleros.

¡Qué trabuco éramos! Miguel Castillo, catcheaba; George Prescott era primera y cuarto bat; segunda, el Natas García; el shortstop lo cubría yo mero; y en tercera, Rogelio “El Inquieto” Jiménez. Para los fielders, de izquierdo, Emilio “Picapiedra” Sosa; en el central, Angel Scull; y en el derecho, Elpidio Osuna. Cuando pitcheaba Winston Brown nos subíamos otro poco. Qué gran equipo, pero así era ese béisbol. Competir en esa liga exigía mucha calidad.

A los Charros de Jalisco

Para 1965, me cambian a los Charros de Jalisco, equipo nuevo. Memo Garibay, muy buen mánager, me cambia a la segunda. Desde el año anterior había decidido bajar de peso para moverme más rápido. Era flaco, y con siete kilos menos, acabé mas flaco.

Jugar en Guadalajara fue siempre algo muy especial. Y además, el equipo que se armó era excelente. Se sentía el conocimiento y habilidad de Garibay.

Qué tan buenos éramos, que dos o tres semanas antes de terminar la temporada, ya nos habíamos coronado. Reynosa quedó en segundo.

También en el invierno jugué con varios equipos, después de debutar con Empalme. Hay un equipo del que me siento muy orgulloso de haber jugado, los Naranjeros de Hermosillo en la temporada 68-69. Compartir con Héctor Espino y Celerino Sánchez fue algo muy especial. El Kalimán Robles, Bob Darwin, Jorge Fitch, todos eran estrellas del beisbol.

Los grandes pitchers que me tocó enfrentar

En mis tiempos había beisbolistas fuera de serie. Y quiero referirme a varios que sobresalieron. Empiezo por los pitchers, que los he tenido un poco olvidados. El que tiene un record que yo admiro mucho es Antonio Pollorena, ganó 20 o más juegos, cuatro temporadas seguidas. Nadie más lo ha hecho.

El más veloz que recuerdo, un americano que tiraba lumbre pero descontrolado y medio loco: Steve Dalkowsky, le decíamos Wiskosky. Arriba de las 100 millas. Mexicanos había muchos muy buenos, como Miguel Sotelo, Vicente Romo, Arturo Cacheux, Ramón Arano, Blas Arredondo y varios más que no acabo. También me tocaron los cubanos. Andrés Ayón, qué tipo tan joseador y buen atleta, luchaba y no se rendía. Pedro Ramos, muy bueno, pero lo que más me acuerdo es cómo se vestía, muy lucidor y fantochón, anillos, cadenas, muchos anillos gigantes.

Y los grandes bateadores

Y los bateadores. Empiezo por Espino, quién más. Fui su compañero de cuarto y era muy callado, difícil sacarle plática, pero muy noble. No había pitcher al que no se arreglara. Había otros mas fuertes, pero nadie con la velocidad que él tenía al sacar el bat. Muy inteligente al batear, la chocaba, la jalaba, la dejaba llegar.

Junto con el Yaqui, Alfredo Rìos, que recién falleció, ellos fueron mis ídolos en esta carrera. Ronnie Camacho tenía gran swing, muy jalador. Miguel “Becerril” Fernández, ambidiestro, peloterazo. Miguelito Suárez, qué clase de bateador, le pegaba a todas y por todos lados.

Mingo Rivera
Mingo Rivera

Hoy, a los 75 años

Ahora, a mis 75 años, la vida me ha cambiado. Pero aquí sigo. Del beisbol recibí mucho y estoy agradecido. Pero el beisbol actual es diferente. A nosotros no nos cuidaban como cuidan al profesional de hoy. La lucha era diaria.

Hace 25 años me regresé a vivir a Guadalajara por cuestiones familiares. En Empalme no podía estudiar mi hija y qué mejor que esta ciudad para que lo hiciera.

Del béisbol ahora, la verdad duele decirlo, no recibo nada. Pero me defiendo con mi pensión de IMSS, que es por una cantidad mínima y lo que me deja la tiendita que abro los fines de semana en la unidad deportiva. También me ayudan los chamacos a los que entreno. Ahí la llevo.

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