Todos los adultos llegamos al campo de beisbol infantil de la mano de un niño, dice un amigo mío. Y tiene razón. En los niños donde mejor inversión haría el presidente López Obrador con sus buenas intenciones y pasión por el beisbol.
Tomando de la mano a sus padres llegaron un día a los campos de beisbol, Amadeo Zazueta, Oliver Pérez, Julio Urías, Alberto Carreón, Luis Alfonso García, Juan Gabriel Castro, Erubiel Durazo, Karim García, Norman Elenes, Sebastián Valle y tantos otros que sería una larga lista.
Sin esos campos infantiles y sin quienes los hacen posibles -los padres de familia-, una gran cantidad de jugadores de los equipos profesionales no habrían llegado a jugar pelota en ese nivel.
No hay que olvidarnos de la base
Por eso, y ante la gran cantidad de información generada en los últimos días a raíz de la expansión de la Liga Mexicana del Pacífico y del primer campeonato de Charros de Jalisco en ese circuito, conviene detenerse un poco y reflexionar.
Conviene analizar cuánto beneficia a la base del beisbol el crecimiento del profesionalismo; y hay que evaluar también cómo impactará esto en una mayor exportación de jugadores mexicanos hacia las Ligas Mayores como lo pretende el presidente López Obrador.
¿Cómo invierten hoy los gobiernos en el beisbol infantil y juvenil?
En primer lugar, habría que señalar que los equipos profesionales –salvo muy honrosas excepciones- no destinan recurso alguno para apoyar a las ligas de béisbol infantil y juvenil.
La mayor inversión proviene de los padres de familia que, además del tiempo invertido, le ponen a la pelota; le invierten dinero, y son además, manejadores, coaches, enfermeras, aguadores, anotadores, y una larga lista de etcéteras.
En segundo término, y solo en algunos estados del norte del país, los gobiernos estatales o municipales apoyan al beisbol mediante el mantenimiento de los campos de beisbol entregados en comodato a ligas infantiles y juveniles. Esos gobiernos permiten que las ligas amateurs manejen los estacionamientos de los parques de beisbol y realicen actividades entre sus agremiados para obtener recursos y poder comprar uniformes para sus selecciones y sus salidas a los campeonatos nacionales.
Sin embargo, en otros estados, los niños deben pagar su cuota de afiliación al organismo municipal del deporte para que, a su vez, éste cubra el costo de los entrenadores.
Y del costo del mantenimiento de los parques de béisbol, mejor no hablemos. Lo pagan principalmente los adultos que juegan beisbol a cambio de no pagar el uso de suelo de los campos.
Es decir, pagan al gobierno por jugar en los campos destinados al deporte, cuando la obligación debe ser de los gobiernos de tener la disponibilidad suficiente de instalaciones para que la población en general haga deporte sin necesidad de pagar por ello.
En tercer término, tenemos que los organismos de los gobiernos estatales invierten en el deporte en la medida en que éste se perfila para aportar medallas en las olimpiadas nacionales.
En ese sentido, tímidamente, se realizan inversiones en materiales y equipo deportivo. Pero dejan a los padres de familia la mayor cantidad de inversión en tiempo y recursos. Esa inversión es la que vale, la de largo plazo, la de la formación educativa.
Mediante torneos y campeonatos nacionales donde participan selecciones estatales, regionales y de ligas infantiles y juveniles, se propicia la competencia nacional.
Se juega por ganar medallas –en las olimpiadas- o campeonatos en los más de 54 eventos nacionales –si leyó usted bien, 54 eventos nacionales- que a lo largo de todo el año se realizan en el territorio nacional exclusivamente para niños y jóvenes desde los 3-4 años hasta los 21.
En las épocas muy focalizadas de Semana Santa y Pascua, así como en vacaciones de verano, se movilizan alrededor de 10 mil jugadores en cada período, quienes junto con sus padres asisten a dichos torneos que se llevan a cabo desde Tijuana a Mérida, Tamaulipas, Jalisco o la Baja California Sur.
¿Cómo impactan las ligas profesionales al beisbol infantil y juvenil?
Es en este tema donde entra el cuarto aspecto a resaltar. En los campeonatos y torneos de las categorías de 11-12 y hasta los 15-16 años, es donde empiezan a involucrarse los buscadores de talento de los equipos profesionales.
Es decir, no están en las categorías menores porque a esa edad, aún lejanas para firmar, todavía no interesan. Tampoco están en la actividad básica de las ligas infantiles. No le aportan nada a dichas ligas cuando están formando a los niños beisbolistas.
A los equipos profesionales lo que les interesa es buscar entre aquellos jóvenes ya entrando en la adolescencia que las ligas infantiles y juveniles han empezado a pulir. Los de aquellas categorías en que el beisbol deja de ser lúdico y se convierte en competencia.
Es común ver que en estos torneos se “firmen” o se “reserven” jugadores. No es otra cosa que una especie de contrato entre un equipo profesional y los padres del jugador, donde básicamente se acuerda que de llegar a jugar pelota profesional, el aún niño lo hará con el equipo firmante.
A veces, dicha firma lleva una cantidad de por medio y en otras, la simple promesa. Esta firma ha representado la imposibilidad de ser contratado directamente por equipos de Grandes Ligas que también participan en esta búsqueda. Y eso ocurre por que existe la regla de que la contratación debe hacerse primero con un equipo profesional de nuestro país. En estas negociaciones no participa la liga infantil o juvenil que lo formó, ni la asociación estatal correspondiente. Ninguna de ellas recibe derechos de formación del jugador tampoco.
Algunos equipos profesionales han invertido en sus propias academias para los jugadores firmados por ellos: la Del Carmen en Monterrey, la de Oaxaca, y la del Pacífico en Mazatlán, aunque solo es para los jugadores que firman en las visorías que realizan. No son academias de inscripción abierta.
Otros como la Academia González en Tijuana, buscan un mercado fundamentalmente de exportación de jugadores a Estados Unidos.
Todas estas son negocio, y qué bueno que lo son, pero no resuelven el tema del crecimiento de nuestro beisbol. Tampoco resuelven el tema de la inversión en esa base del béisbol que son las ligas infantiles y juveniles.
Conjugando estos temas, nos damos cuenta de que la presencia de los equipos de beisbol profesional pesa poco en el aspecto de la práctica diaria del rey de los deportes.
Sí importa para el tema del crecimiento del beisbol como deporte. Pesa para la imagen objetivo en que llega a convertirse un ídolo del béisbol y crea la necesidad de que los niños y jóvenes vean una figura pública. Con ello, su dedicación al deporte se vuelve aspiracional.
Pero no pesa en la compra de las pelotas y bates para el entrenamiento o los juegos de fin de semana. No pesa en la cooperación para el pago del ampayeo, para comprar la cal para el rayado de los campos o para el pago del mantenimiento de éstos.
La expansión de los equipos en la Liga Mexicana del Pacífico está excelente porque habrá más béisbol que ver. Los niños y jóvenes tendrán más ídolos a quiénes seguir y a quiénes imitar. Habrá más peloteros por ser mayor el número de equipos; se incrementará el empleo para un mayor número de personas en los campos de pelota.
Pero eso no hará que en en automático tengamos más jugadores en las Ligas Mayores.
¿Hacia dónde debe ir la inversión del gobierno en el beisbol?
La inversión del Estado en el beisbol, impulsada por el presidente López Obrador, debe dirigirse hacia los padres de familia, a los que están organizados en las ligas infantiles y juveniles. Muchos de esos padres y de esas ligas tienen años haciendo la tarea de preparar a sus jugadores, no solamente para el beisbol, sino también para la vida.
Por ello, es de primera importancia que el Gobierno de México invierta en el futuro. Que invierta allí donde los padres de familia han estado por décadas haciendo la labor del Estado.
Hay que destinar recursos hacia la base del beisbol y no al relumbrón. Estaremos asegurando con ello la práctica del deporte como un proceso formador de principios. Lo más importante es que estaremos ayudando a crear buenos ciudadanos; y si encima de eso, también son buenos beisbolistas, ganaremos por partida doble.
¿Cómo asegurar que la inversión llegue a las ligas infantiles y juveniles?
En nuestra opinión, habrá que buscar los mecanismos estableciendo un comité que canalice los recursos y donde participen las organizaciones estatales de béisbol.
Que participen en ese proceso los dos programas de béisbol infantil y juvenil de nuestro país (ALIJRM y Wiliamsport). Que sea el comisionado del beisbol quien presida esta organización, y donde se pueda dirimir cuáles son las líneas de acción sujetas de los apoyos.
Definir qué edades deben ser mayormente apoyadas. Priorizar la masividad del deporte en detrimento del alto rendimiento; propiciar con los gobiernos estatales y ayuntamientos la construcción de más y mejores campos de pelota. Generar ambientes políticos que permitan la eliminación de los pagos por el derecho de uso de suelo de los parques de béisbol y de cualquier deporte.
Estas estructuras sin costo, podrán ser replicadas a nivel estatal para una precisión quirúrgica de la inversión.
¿Dónde conjuntarse con los equipos profesionales?
En el deporte de alto rendimiento, en las selecciones estatales para las olimpiadas nacionales, en la preparación de los atletas ya con miras a su profesionalización.
En ello será importante que las ligas infantiles y juveniles reciban sus derechos de formación que les permitan seguir invirtiendo en más y mejores campos, en mejores enseres de la práctica del béisbol, haciendo un círculo virtuoso del deporte.
Los cómos para conseguirlo habrá que ir descubriéndolos en conjunto entre los actores del Rey de los Deportes.
Los resultados pueden ser más jugadores mexicanos en las Ligas Mayores, pero invirtiendo en lo esencial.B