- Héctor Espino
- Ronaldo “Ronnie” Camacho
- Ángel Castro
- Erubiel Durazo
- Adrián González
Cuando Hector Espino González debutó en la entonces Liga Invernal de Sonora, en la temporada 1960-1961, su servidor tenía apenas 12 años de edad. Asistíamos al béisbol desde niños, acompañando a mi papá primero, y luego con amigos. Eran los tiempos del viejo parque Fernando M. Ortiz, que fue sede de los equipos de Hermosillo desde la década de los 30’s y en la desaparecida Liga de la Costa del Pacífico (1945-1958). El mejor bateador mexicano de todos los tiempos nació el 6 de Junio de 1939 en Chihuahua, y falleció el 7 de Septiembre de 1997 en Monterrey.
Cuenta la leyenda que Espino fue firmado por Naranjeros de Hermosillo en una servilleta de papel por Mauro “Maistro” Contreras y al llegar a Sonora reportó con los Yaquis de Obregón, al parecer por una equivocación, debido a una aparente doble contratación. Con Yaquis jugó una sola serie de tres partidos y una semana después, estando Obregón de visita en Hermosillo, por instrucciones del Presidente de la Liga tuvo que cambiarse de dugout y uniforme, iniciando así, su espectacular carrera de 24 años con Naranjeros, hasta diciembre de 1984, cuando se despidió como jugador.
En sus inicios en la década de los 60’s, debido a su gran ojo bateador, manos rápidas y poder, que destrozaba a los lanzadores contrarios, fue bautizado como “El Niño Asesino”, aunque el apodo que prevaleció con los años, y que más lo honra por su destacada carrera, fue el de “Superman de Chihuahua”.
Basta mencionar que en su carrera de 23 años en la Liga Mexicana del Pacífico tuvo .329 de porcentaje, 299 jonrones y 1,029 carreras impulsadas, 13 veces fue campeón de bateo, seis veces líder de jonrones, siete títulos de fildeo en la primera base y seis trofeos de Jugador Mas Valioso, entre muchos otros números relevantes que podemos encontrar en los libros de récords.
En la Liga Mexicana de Beisbol debutó en 1952 con Sultanes de Monterrey como Novato del Año, y tuvo una larga y fructífera carrera de 24 años, siendo líder de bateo en cinco ocasiones y cuatro de jonrones. Dejó marca de por vida de .335 en bateo y 453 cuadrangulares.
En conjunto de las dos Ligas, tuvo más hits que Pete Rose y más jonrones que Babe Ruth.
Hizo el intento de migrar al beisbol de Estados Unidos, pero después de tres meses en la sucursal AAA de los Cardenales de San Luis en Jacksonville, decidió regresar a México por no llegar a un arreglo económico con el entonces propietario de su carta con Sultanes de Monterrey, Anuar Canavati.
Don Hector fue parte de aquel equipo naranja que en 1971 dejó en el terreno a los Cañeros de Los Mochis, con jonrón de Bob Darwin en el cierre de la 9a. entrada, anotando Espino la carrera de la ventaja, después de embasarse con un tremendo cepillazo que salió tan duro, que golpeó el tobillo del hábil tercera base Aurelio Rodríguez, para con ello ganar el campeonato de la temporada al mando del legendario Maury Wills. Sería el primer equipo mexicano que asistiera a una Serie del Caribe, en San Juan, Puerto Rico.
Una de sus grandes anécdotas fue cuando, en un juego contra Navojoa el 12 de Octubre de 1972, el manager de los Mayos, Deacon Jones, le dio la base por bolas intencional estando las bases llenas, prefiriendo así conceder una carrera, antes que arriesgarse a un extra-base del tremendo toletero.
Quizá el momento más culminante de su carrera invernal fue aquella noche de Enero de 1976, en un juego de play-off contra los Cañeros de Los Mochis. Espino bateó tres jonrones, uno por cada uno de los jardines. Naranjeros ganó el Campeonato de la Liga y luego el primer título mexicano en la Serie del Caribe de República Dominicana, con Benjamín “Cananea” Reyes como manager y Espino como Jugador más Valioso.
Jugó en seis Series del Caribe y también fue MVP en la edición de 1974. A raíz de estas hazañas, el entonces estadio denominado “Coloso del Choyal”, fue bautizado con su nombre: Estadio Héctor Espino.
La cualidad más grande a la ofensiva de Hector Espino, a decir de su compañero Eradio Burruel, no eran sus fuertes y ágiles muñecas, ni su poder, sino su vista. Cuentan que nunca se le vio hacer un “check-swing”, tan común en estos días. O le abanicaba con todo, o la dejaba pasar.
Siempre fue discreto y callado en el terreno de juego, sin discutir con los umpires. Cuando un conteo no le gustaba, solo echaba una mirada fija al umpire de home, y al decir de algunos de ellos, con solo esa mirada de Hector, sabían que se habían equivocado.
Era común que en juegos ya decididos en las ultimas entradas, el estadio se mantenía lleno, para tener oportunidad de ver el último turno al bat de Hector Espino. Hasta entonces se iban del estadio.
En su vida personal también fue alguien muy especial, gran esposo, padre y amigo, y hasta ocurrente. Cuentan que una noche, después de un juego, cenando en Hermosillo con sus compañeros Jesús Bustamante y Jorge Fitch, en el único lugar que estaba abierto, el restaurant del Chivo Villa en el Jardín Juárez, le sirvieron un caldo con 4 albóndigas, y les dijo: “Miren, hasta aquí me dan la base por bolas”.
Su sencillez, humildad y carácter afable, fue uno de sus rasgos de personalidad, que hicieron de él, además de sus logros como jugador, un favorito de la afición local y también de los equipos rivales. Conservamos una pelota con su firma y dedicación, que tuvo a bien concedernos en una charla después de un juego. Tuvimos también el honor de dar un mensaje en la ceremonia luctuosa en su memoria, el 7 de Septiembre de 2015.
Su famoso número 21 fue retirado de todos los parques de la Liga Mexicana del Pacífico y cada 21 de Octubre se celebra en todos los juegos el Día de Hector Espino. Es miembro del Salón de la Fama en México desde 1985 y del Salón de la Fama del Caribe desde 1996.
Honor, a quien honor merece.