UN GRAN ESCRITOR, UN GRAN BEISBOLERO.
Texto original de Juan Antonio García Villa, escrito en 2014.
Pronto habrá de concluir el año 2014. Infortunadamente, antes de irse éste, el pasado día 3 se fue primero el laureado escritor mexicano y gran aficionado al beisbol, Vicente Leñero. En el merecido homenaje que se le tributó en el Palacio de Bellas Artes con motivo de su fallecimiento y en todo lo que sobre él se ha dicho y escrito en estos días, hasta donde sé nadie mencionó cómo gustaba de su deporte preferido. “Este deporte rey –escribió alguna vez- que nos ayuda a vivir”.
Por iniciativa de él y del también hombre de letras Gerardo de la Torre, en 2005 se publicó el libro “Pisa y corre. Beisbol por escrito”, que recoge una docena y media de textos de los reconocidos escritores, además de los dos ya mencionados: Eduardo Lizalde, Daniel Sada, Alberto Blanco, Raúl Renán, Sergio Ramírez, Francisco Hernández, Jomi García Ascot, José Agustín y Eliseo Alberto, todos ellos grandes conocedores y aficionados del rey de los deportes.
A manera de “line up”, pues así se llama la sección, el libro trae al final una breve semblanza de quienes lo escribieron. Por haber sido Leñero el coordinador del volumen, lo más probable es que él mismo haya redactado la suya, que inicia así: “nació en Guadalajara, Jalisco, en 1933, año en que por vez primera se celebró un juego de estrellas en las ligas mayores; venció la Liga Americana cuatro carreras a dos”. Es decir, identifica el año de su nacimiento por lo que considera fue un acontecimiento importante de la historia del beisbol. Un apasionado pues de la pelota.
La introducción del libro, que lleva como título “Lanzamientos para un prólogo”, fue escrita por Vicente Leñero y el tomo incluye además dos deliciosos textos de él, que son pequeñas obras en un acto. En el prólogo hace referencia a la inexplicable abstención de los brillantes escritores mexicanos que gustan del beisbol y sin embargo no escriben sobre él. “¡Vaya!: ni fanáticos tan apasionados y tan expertos –dice Leñero- como Tito Monterroso, por poner un ejemplo escriben sobre temas de beisbol”
Afirma que para leer sobre el deporte rey es necesario entonces acudir a la literatura norteamericana, pero en traducciones tan infames, hechas por madrileños y catalanes, que “ignoran y desprecian” al beisbol, que vale más no perder el tiempo. Y transcribe al efecto un párrafo, a manera de ejemplo, de la novela “El Mejor” (en inglés “The natural”) de Bernard Malmud, en el que se toca una cuestión beisbolera, párrafo cuya traducción al leerse es como para morirse de la risa, pero que a Leñero le hace exclamar “¡Qué horror!”.
Por eso, escribe nuestro fallecido autor: “Mejor olvidarse del tema y mejor buscar literatura beisbolera escrita originalmente en español por quienes aman el idioma y entienden el beisbol. A esa conclusión llegamos quienes quisiéramos ver y sentir nuestro deporte predilecto enriqueciendo la literatura”.
Y en efecto así es, como queda evidenciado en su otro par de textos. En el primero, titulado “Aut en tercera” narra con mucha gracia lo que sucede cuando un bateador luego de pegar de hit por el callejón entre el izquierdo y el central pretende llegar hasta la tercera base y es puesto out. Leñero, que se nota sabía bastante de este deporte, describe de manera muy real y divertida a la vez las reacciones, después de la jugada, del corredor que reclama, el ampáyer quien se sostiene en su decisión y el manager que regaña a su jugador, al tiempo que le da a éste una cátedra de beisbol.
En el otro texto, “El fílder del destino”, da cuenta de las reflexiones que “en el jardín derecho, en el campo de beisbol de una liga obrera” hace el pelotero que cubre esa posición, con motivo de que está sumido en un terrible slump, su juego va a la baja y por eso lo pasaron de las paradas cortas a ese jardín “donde menos daño hacen sus errores”, al tiempo que él se muere de miedo de cometerlos. La descripción que hace Leñero de ese jugador es perfecta, parece que el lector lo está viendo y dice así:
“Él extrae de la bolsa trasera de su pantalón su guante de beisbolista y lo calza en la mano izquierda. Lo amolda golpeando su hueco con el puño cerrado, varias veces. Luego se ajusta la gorra, escupe al pasto, se pellizca con la derecha los hombros de su camiseta, se toca los genitales. Vuelve a golpear el hueco del guante con el puño cerrado y se inclina hacia adelante, como alistándose para el inicio de la entrada. Apoya ambas manos, la derecha y la del guante, sobre las rodillas; así, inclinado, alerta, listo”. Genial descripción.
Vicente Leñero fue un hombre de fe. En muchas ocasiones declaró públicamente ser católico practicante. Hoy debe estar en el Diamante Celestial muy contento, como aficionado o quizá hasta de coach, por tanto que sabía y gustaba del beisbol, el que mientras estuvo en el campo terrenal, como dice Aarón Arguijo, mientras no cayó su out 27, “le ayudó a vivir”.