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Nostalgia

LA MÁCULA

“El béisbol es un juego limpio y recto.” William Howard Taft

En 114 ocasiones se ha disputado el campeonato de béisbol de las grandes ligas, pero no todas las series han sido dignas del deporte que para muchos de nosotros es indiscutiblemente el rey. Hubo una en especial que marcó al béisbol como algo deshonesto y que paradójicamente demuestra lo grande que es este juego, porque sobrevivió al escándalo, a la decepción y sobre todo a la falta de credibilidad.

En 1919 se vivió uno de los acontecimientos más negros de la historia del beisbol profesional cuando ocho jugadores de los Medias blancas de Chicago (más tarde se les llamó medias negras) fueron acusados y procesados por haber vendido la serie mundial a favor de los Rojos de Cincinnati. No se les encontró culpables en la corte, pero el comisionado Kenesaw Mountain Landis (que además era juez) tomó una decisión: “Sin importar el veredicto de los jurados, ningún jugador que venda un juego o que prometa venderlo, o que se siente en una habitación con un grupo de jugadores tramposos y apostadores en el que existan los medios para vender un juego y que no informe inmediatamente a su club, podrá volver a jugar beisbol profesional de por vida.” Esta sentencia permanece y al parecer permanecerá en el caso de Pete Rose.

Un año después de terminada la Primera Guerra Mundial se vivía un auge económico en los Estados Unidos, por ello es que se registraron récords de asistencia en los parques de pelota de grandes ligas en esa temporada. La Serie Mundial prometía ser un gran evento, situación que no pasó desapercibida de los gánsteres y apostadores de la época. En aquellos tiempos los peloteros no ganaban las cantidades millonarias que reciben ahora. De hecho, sus sueldos eran modestos y un arreglo con apostadores podría significar hasta un año de sueldo para quien accediera a dejarse ganar. Los apostadores invirtieron $100,000 dólares para sobornar a ocho jugadores de Chicago, mientras que apostaron medio millón a que ganaba Cincinnati.

Charles Comiskey, el dueño de los Medias Blancas, le pagaba solamente $6,000 dólares por temporada a sus dos principales estrellas (Jackson y Weaver). Además, había una cláusula en los contratos de los jugadores, llamada de reserva, que les impedía jugar béisbol profesional si llegaban a negarse a firmar un contrato. La situación de los peloteros se explica muy bien en el libro de Eliot Asinof, Ocho hombres fuera, que después se hizo película. El sueldo bajo y las condiciones laborales no son excusa, pero ayudan a comprender las razones que tuvieron.

Los dos primeros que accedieron al trato fueron nada menos que el pitcher que hizo famosa la bola de nudillos, Ed Cicotte y el primera base Arnold Gandil. Después se agregaron los otros seis, el pitcher zurdo Lefty Williams, el jardinero central Happy Felsch, el short stop Swede Risberg, el tercera base Buck Weaver, el utility Fred McMullin y uno de los más populares peloteros de todos los tiempos, el jardinero izquierdo, Joe “Shoeless” Jackson, a quien algunos autores exculpan. Incluso se dice que Jackson advirtió a Comiskey sobre el hecho, pero que no fue tomado en serio.

En el libro de historia de béisbol The Baseball Chronicle, se refieren al hecho como un golpe mortal para los aficionados, uno del que tal vez nunca se recuperaron. En nuestros días, 98 años después de los hechos, los aficionados hablamos del tema en voz baja y hasta con pena, porque es una mácula sobre nuestro querido deporte, una que ni el tiempo ha podido borrar. 

Afortunadamente, las siguientes emisiones del clásico de otoño han estado libres de dudas sobre su credibilidad y eso lo hace grande ¡Viva el béisbol!

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