Hijos Beisbolistas

Es un orgullo ser padre de niños deportistas, pero ser padre de niños beisbolistas es algo indescriptible. El simple hecho de saber que son afines a un juego que en México resulta ajeno a las masas, y por ende “impopular” entre niños y jóvenes es algo fascinante. Podría afirmar que no es fácil ser un niño beisbolista estos días, ya que el prestigio de ser o no “cool” está de por medio al decidir no pertenecer al club de los “elegidos”: el del futbol; atreverse a ser diferente es casi un “suicidio social “para cualquier niño que lo intente.

Y es que en la mayoría de las escuelas todo gira en torno al fútbol, hasta el último centímetro cuadrado del patio se aprovecha para jugarlo, y si no juegas y hablas de futbol simplemente no “perteneces” y por ende corres el riesgo de quedar marginado deportiva y socialmente; y es precisamente ahí donde se refleja la principal formación que da el beisbol: el carácter, ese que te da el valor de ser diferente de la mayoría, pero también el de salir con la cara en alto después de que el rival te ha dejado tendido en el campo en extra innings. 

No puedo negar que mis hijos beisbolistas en algún momento sucumbieron a las tentaciones del fútbol por esa absurda necesidad de “pertenecer”, porque “todos lo juegan”; pero como papá siempre toca apoyar, así que sin dejar de lado el deporte Rey, se inscribieron al equipo de fútbol de la escuela, cosa que agradezco, ya que después de sólo una temporada reafirmaron su amor por el Rey de los deportes, y a mí me dio la oportunidad de darme cuenta, entre muchas otras cosas, del enorme valor formativo que tiene este gran deporte.

Es difícil encontrar un deporte que fomente tantos valores como el beisbol, por eso cualquier esfuerzo por sembrar en la niñez mexicana la semilla de este juego será muy loable; es momento de formar más ciudadanos que amen su patria, que respeten sus leyes, que jueguen limpio, que se esfuercen por ganar, pero ganen o pierdan, ¡hagan siempre lo mejor que puedan!