La organización de los beisbolistas en los estados de la república ha sido, durante muchos años, una tarea compartida entre las asociaciones estatales y los programas infantiles y juveniles de beisbol. Entre ellos, se dividen y comparten a todos los beisbolistas de menor edad y la Femebe que atiende a los peloteros de primera fuerza y veteranos.
Esta división solo es aparente, puesto que en la práctica, los niños y jóvenes participan en todas las selecciones estatales, de liga, regiones, y cuanta forma de participación exista. Así, los beisbolistas participan en cualquiera de las 52 competencias nacionales; tratar de frenar esta participación en aras de una supuesta preeminencia de la asociación estatal está muy lejos de la realidad.
Las asociaciones estatales están más bien para encauzar la organización y participación, antes que coartar ese derecho de participación de los niños y jóvenes. En efecto, en los estados es necesario contar con organizaciones estatales fuertes y consolidadas, que luchen por mayor número de campos de beisbol, mejores y más apoyos de los organismos gubernamentales del deporte, una mayor capacitación para los ampayers, más espacios escolares dedicados al beisbol, mayores apoyos de Probeis y mayor participación en sus programas de trabajo, entre otras muchas actividades. De ahí a pensar que la organización estatal de los beisbolistas está por encima de todo hay un buen trecho.
Son conocidos los casos en los que se coartan los derechos de los niños y jóvenes a participar en los torneos nacionales e internacionales de su preferencia, con el programa infantil de su preferencia y la liga de su preferencia. Este esquema de trabajo aleja a los padres de familia de la organización del beisbol, introduce un elemento de discordia entre las ligas afiliadas e inhibe la participación de los niños y jóvenes en el deporte de su gusto.
Por eso la apuesta de las organizaciones estatales y de la Femebe debe apuntar hacia a aglutinar a todos los beisbolistas de todas las edades, permitiendo la libre participación en el o los programas de beisbol de su preferencia -en el caso de los niños y jóvenes-, no coartando su participación en donde más les guste y propiciando la conformación de selecciones estatales de mayor nivel cuyo resultado, aunque parezca contradictorio, solo se logra con esa enorme participación en la mayor cantidad de torneos posibles.
Son tantos y tan buenos los peloteros menores a los 18 años que hay en el país, que las ligas afiliadas a las asociaciones estatales pueden sacar selecciones de diferentes niveles de desarrollo para participar en todos los eventos convocados por los diferentes organismos de beisbol. La organización estatal tiene entonces que buscar la mayor cantidad de afiliaciones y tener muy buenos programas de fogueo y participación, de tal manera que las ligas no pretendan salirse de su entorno y participar en más y más torneos nacionales.
Cualquier manejador sabe que a mayor cantidad de juegos con equipos competitivos su equipo se verá beneficiado aumentando su nivel de juego; tratar de coartar ese fogueo conducirá necesariamente a un conflicto con padres de familia, con las ligas y con la opinión pública que considera este hecho -el que no se le permita jugar a un niño o joven en el torneo de su preferencia- como un hecho que restringe sus libertades.
Por ello creo que habría que consolidar las asociaciones estatales con una libre afiliación que permita tener beisbolistas más participativos de su organización, defensores de los colores de su equipo, de su liga y de su estado; la vía de la confrontación y el castigo no conduce más que al autoritarismo que perjudica al beisbol a su entorno social por antonomasia que es la familia.
Aprovecho el espacio que amablemente me ha dado CU4RTO BAT para informar que desde este mes de diciembre, presenté mi renuncia como Consejero Nacional de la Asociación de Ligas Infantiles y Juveniles de Beisbol de la República Mexicana, A.C., la cual me fue aceptada. Los demás cargos que aparecen en mi currícula, siguen vigentes.
