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PETE ROSE Y EL PERDÓN

Hay tres eventos que recuerdo a la perfección y que puedo describir sin miedo a equivocarme, curiosamente los tres fueron en el noveno mes del año: el 11 de septiembre del 2001, el 19 de septiembre de 1985 y el 11 de septiembre de 1985, el día que Pete Rose rompió el récord de Ty Cobb. Recuerdo que era miércoles y que debido a mis horarios escolares, con suerte estaría en casa a las 7:45 PM, o sea que apenas un poco antes de que empezara el juego en el que Pete Rose podía cambiar la historia del béisbol En la primera entrada, después de batear dos fouls, pegó un hit al izquierdo, y en ese momento el béisbol se detuvo, pues todos los ojos estaban en el número 14 de los Reds y las 50,000 gargantas del Riverfront Stadium lo ovacionaron en nombre de los millones que estábamos en la televisión. 

Pete Rose fue un beisbolista fuera de serie que tiene varios récords de ligas mayores (sin ningún asterisco que los ensucie): 

§ Más hits de por vida 4,256 

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§ Partidos jugados de por vida 3.562 

§ Turnos al bat 14,053 

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Por si fuera poco, Rose ganó tres anillos de Serie Mundial, tres títulos de bateo, un premio de jugador más valioso, dos guantes de oro, el premio de novato del año, además de haber hecho diecisiete apariciones en el juego de las estrellas en cinco posiciones distintas (2B, JI, JD, 3B y 1B). 

Desafortunadamente, este fenómeno del béisbol no podrá ser entronizado en El Salón de la Fama de Cooperstown porque fue suspendido de por vida por la Major League Baseball (MLB). Al parecer, la cicatriz de aquellos Medias negras aún arde a quienes no pueden permitir que se dude de la veracidad de la competencia en ligas mayores. Pete Rose cometió un error, su ludopatía (apostador compulsivo) lo llevó a perder trabajo, amigos y el honor de ser recordado en el salón de la fama del béisbol de grandes ligas, ya que ningún jugador suspendido es elegible. 

Quienes amamos el béisbol, o cualquier otro deporte en todo caso, solemos tener predilección por ciertos jugadores, los admiramos por sus hazañas, por su estilo, porque quisiéramos tener al menos la mitad de las facultades que poseen. Los vemos como grandes personajes de una novela de aventuras, son nuestros héroes cuando pegan un home run, o se roban una base. Guardamos sus fotos en carpetas personales de la computadora, añoramos conseguir una pelota firmada por ellos, si es dedicada, mejor. Pero ¿Sabemos realmente quiénes son? Olvidamos que se trata de seres humanos -no de héroes del Salón de la Justicia- que tienen virtudes, defectos y que no están a salvo de cometer errores. Pete Rose es un ludópata (tiene una adicción patológica a los juegos de azar) y ello lo llevó a apostar a favor y en contra de su propio equipo. 

Phillies’ Pete Rose slides on his belly through the dirt headed for third base during Tuesday night’s 9-7 win over the Mets in Philadelphia on June 3, 1981. Rose had two triples and one single on the night driving in 3 runs. (AP Photo/Rusty Kennedy) ORG XMIT: APHS177145 (Via MerlinFTP Drop)

Transcribo algunas líneas del propio Rose provenientes de su libro Mi prisión sin barrotes, que tristemente adquirí en una de esas tiendas de todo por un dólar: 

“Sé que me equivoqué. Todas las desgracias que surgieron por mis malas decisiones duelen, y duelen mucho. En verdad siento lo que pasó y también lo siento por toda la gente, fanáticos, y familia que lastimé. Es tiempo de seguir adelante. 

Al momento de escribir este libro tengo 62 años y espero poder avanzar a la siguiente etapa de mi vida. Una etapa en la que anhelo que el beisbol esté incluido, si me aceptan”. 

La pregunta es ¿Debería Pete Rose estar en el Salón de la fama? Según una encuesta de 1994 (apenas cinco años después de que lo vetaran) publicada en Sports Illustrated, el 97% de los encuestados contestaron que sí a esta pregunta. Han pasado veintiséis años y aunque parezca prácticamente imposible que se cambie la decisión, al menos sabemos que las principales víctimas de la ofensa de Rose, es decir los millones de fanáticos del béisbol, ya lo hemos perdonado. 

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