Enorme tradición ganadora
El 30 de marzo de 1940, hace 80 años, jugaron por primera vez los entonces Rojos del México vs los Azules de Veracruz en el puerto jarocho. Los visitantes perdieron 7-3 ante la serpentina del cubano Ramón Bragaña. El pitcher derrotado fue Theolic Smith, que era tan bueno al bat que cuando no subía a la lomita, lo ponían de jardinero. Los Rojos del México no verían victoria hasta el 7 de abril cuando derrotaron a Monterrey en su casa 8-4 y el pitcher vencedor fue Alberto Romo Chávez, el mismo que venció a los Atléticos de Filadelfia de Connie Mack en 1937 con el Agrario.
Empezó así la historia del equipo más ganador del deporte profesional mexicano. Los hoy Diablos Rojos del México, comandados por Ernesto Carmona, empezaron a jugar en el Parque Delta, ubicado entre el Río de la Piedad y el Convento del mismo nombre, junto al Cine Aldama, donde hoy está un centro comercial, en la Ciudad de México.
Las primeras dos temporadas fueron de ensueño. La tribuna se abarrotaba para ver a los aguerridos Rojos de Carmona, que terminaron con porcentaje de ganados y perdidos de .600 y .525, luego vino un bajón que duró cuatro temporadas en las que no jugaron pelota de .500, aunque fue en este periodo en el que se ganaron el mote que los acompaña hasta ahora.
Se jugaba la parte baja de la novena entrada en el Parque Delta con pizarra de 13 a 7, con un out y los bateadores locales anotaron siete carreras para dejar al rival en el terreno. La afición enloqueció en la tribuna y fue entonces cuando el genial pitcher matancero Basilio “El Brujo” Rosell expresó: “Estos Rojos juegan como diablos” y se les quedó el nombre.
En esos primeros años los Diablos Rojos del México tuvieron grandes peloteros, como Bill Wright, que en 1943 ganó la primera triple corona de bateo en la historia de la Liga Mexicana de Beisbol. Este moreno toletero no podía jugar en Ligas Mayores por la segregación racial y en México se sentía libre y apreciado. Bateó .366, conectó 17 jonrones y produjo 70 carreras.
Otros destacados fueron el cubano Roberto Ortiz, que en la temporada 1948 conectó de hit en 35 juegos consecutivos, o el jalisciense velocista Alfonso “La Tuza” Ramírez que fue proclamado el pitcher de la temporada 1949 con 17 ganados, 13 perdidos, PCLA de 2.35 y 129 ponchados.
En 1952 la temporada empezó sin Diablos Rojos del México porque Jorque Pasquel, dueño del equipo vendió el Parque Delta al Departamento Central y al no tener dónde jugar, también vendió al club. El entonces Presidente de la Liga Mexicana de Beisbol, Eduardo Quijano, pugnó porque hubiera un equipo en la capital, por lo que el propio Pasquel trajo a la CDMX a los Tuneros de San Luis, que ya tenían récord de 9-6 y los convirtió en los nuevos Diablos.
El primer campeonato llegó en 1956, ya en el Parque Deportivo del Seguro Social bajo el timonel del cubano Lázaro Salazar, el “Príncipe de Belén”. Esa temporada, Alonso Perry ganó la triple corona de bateo con .392 de promedio, 28 jonrones y 118 producidas. La mancuerna perfecta fue el brazo privilegiado del potosino Panchillo Ramírez, quien tuvo récord de 20-3 y PCLA de 2.25. Destacaban en la alineación el “Natas” García 2B, “Chero” Mayer SS, el “Burro” Hernandez 3B y Felipe Montemayor, el elegante zurdo regiomontano.
La siguiente temporada fue de luto porque el manager escarlata, Lázaro Salazar sufrió un derrame cerebral cuando se jugaba la octava entrada contra los Industriales de Monterrey. El timonel fue trasladado al hospital, pero lamentablemente falleció al siguiente día. Tenía apenas 44 años.
Para entonces, los Diablos compartían su estadio con un equipo rival que nació campeón y que ha sido el némesis escarlata a pesar de sus múltiples mudanzas: Los Tigres Capitalinos, hoy de Quintana Roo. No puede entenderse la historia de los escarlata sin esta rivalidad deportiva. Los clásicos Tigres vs Diablos, la llamada “Guerra Civil”, hacían no solo que se llenara la tribuna, también se escribieron momentos deportivos inolvidables. Si eras Diablo, te sentabas del lado de primera con la Marabunta Roja y si eras Tigre, arriba de tercera.
El segundo campeonato llegó bajo el mando del “Sargento Metralla”, el texano Tomás Herrera quien se coronó en apenas su segunda campaña como dirigente y luego, en 1968, repitió la hazaña. Destacaron el gran tercera base Leo Rodríguez, que según cuentan era capaz de fildear piedras, Miguel Fernández Becerril, Harry “Petacas” Simpson, pelotero norteamericano que esa temporada bateó .306, con 18 jonrones y 69 producidas, así como el veracruzano Ramón Arano, legendario pitcher de mil batallas.
En esos años destacaron también Alfredo “Zurdo” Ortiz, así como el jardinero central por antonomasia, el portentoso Ramón “Diablo” Montoya, de las atrapadas imposibles; Moi Camacho, el recientemente fallecido “Paquín” Estrada que cubría la receptoría, Felipe Leal, “Toche” Pelaez, Heriberto Ruelas, el “Camarón” Álvarez y en 1968, cuando llegó el tercer campeonato, la adición del fantástico relevista Aurelio López, el “Buitre” de Tecamachalco.
El cuarto campeonato de Diablos llegó por la vía de los playoffs en 1973, dirigidos por el cubano Wilfredo Calviño. Los extranjeros destacados de esa temporada fueron el panameño Adolfo Phillips y el lanzador cubano Pedro Ramos (14-4, 2.36). Lucieron también Miguel Suárez, Ramón “Abulón” Hernández, Abelardo “Cachorro” Vega en tercera base y José Herrera. En el montículo, Enrique Romo.
El quinto campeonato llegó inmediatamente, aunque con un nuevo manager, el más ganador en la historia escarlata: Benjamín “Cananea” Reyes. Fue una temporada memorable la de 1974 para Diablos con la llegada del sonorense Sergio “Kaliman” Robles a la receptoría. Su brazo de cañón infundía miedo a quienes pretendían robarse una base y junto con esa forma de pelear las pelotas de foul en la red, hacía las delicias de los aficionados.
El Cananea, con su estilo tan personal, llevó a Diablos a ganar también en 1976, convirtiendo a los Diablos Rojos del México en el equipo con más campeonatos de la Liga Mexicana de Beisbol con seis. Este campeonato vio brillar a “Mr. Playoff”, el norteamericano Pat Bourque, quien bateó .361 y produjo 93 carreras, así como a su paisano Ted Ford con porcentaje de .329 y 91 producciones. Enrique ”Huevo” Romo ganó 20 juegos y Aurelio López se apuntó 16 salvamentos.
La década de los ochenta trajo a uno de los peloteros más importantes en la historia de la franquicia capitalina. Se trata del jonronero que rompió el récord de Héctor Espino de más jonrones de por vida. Parece que todavía suena la voz de Roberto Kerlegand en el Parque del Seguro Social: “Nelson Barrera, Barrera, tercera base”. La energía del parque cambiaba cuando este campechano de grandes facultades se dirigía al plato.
En 1981, temporada del séptimo campeonato, Diablos estrenó directivo, Roberto Mansur Galán y contrató al manager dominicano Winston Llenas. En esa temporada, Diablos contó con Jerry Hairston, líder productor con 73 carreras, asi como con el slugger puertorriqueño Félix Millán, quien seguramente le caía mal a Pedro Treto porque no lo incluyó en su enciclopedia, pero que bateó para .306. Destacaron también Jesús “Guapetón” Sommers, Bobby Rodríguez, Maximino León, Salomé Barojas, que salvó 13 juegos, Donald Cañedo y un ya veterano Héctor Espino.
La nueva camada de peloteros escarlata incluía a Armando “Agujita” Sánchez, camarero, a Lorenzo Bundy, al lanzador Luis Fernando Méndez y a un menudito jardinero central veracruzano que rompería varios récords de la Liga durante su prolífica carrera: Daniel Fernández, el de los atrapadones y las bases robadas, así como el lanzador Ricardo Solís.
El año del temblor, 1985, trajo el segundo campeonato de la era Mansur y octavo del equipo, con el retorno del “Pelón Mágico”, Benjamín Reyes. El carismático norteamericano Lorenzo Bundy bateó esa temporada para .366 y produjo 77 carreras. También contribuyeron los bats de John Cangelosi y Manuel Salinas, quien produjo 80 carreras. En el montículo brillaron los brazos de Luis Fernando Méndez, Ricardo Solís y Maximino León.
“Cananea” Reyes ligó campeonatos en 1987 y 1988, noveno y décimo para Diablos. El liderazgo de estos campeonatos fue compartido, por un lado con Nelson Barrera, que produjo 134 y 124 carreras en cada temporada y por el otro, Salomé Barojas que se convirtió en el relevista de confianza del manager. A un costado del dugout se escuchaba la música guapachosa del Zerillo y su Orquesta cantando: “Oye Salomé, ya pónchalo, ya pónchalo”. Era un ambientazo.
Diablos volvió a sufrir un cambio generacional que se reflejó en la ausencia de campeonatos hasta 1994. Ese año, Roberto Mansur se asoció con Alfredo Harp Helú para iniciar una nueva etapa de los escarlata. Llegaron peloteros como Vicente “Manos Mágicas” Verdugo al short, el lanzador zurdo Roberto “Matralleta” Ramírez, pitcher insignia de Diablos durante más de veinte temporadas y que posee el mejor récord de ganados y perdidos de la liga (.664), también Homar Rojas en la receptoría y el dominicano Bernardo Tatis. El manager Marco Antonio Vázquez echó mano del pitcher Elmer Dessens y del velocísimo Luis Arredondo para ganar el undécimo campeonato.
Marco Antonio Vázquez dirigió a los escarlata hasta 1999, en unos años que fueron de gran espectáculo. Para los aficionados de los Diablos Rojos del México, el número 42 representa a uno de los bateadores más poderosos que han vestido la franela escarlata: Ty Gainey, ganador de la triple corona de bateo y varios récords registrados en el Quién es Quién, como el porcentaje de bateo más alto en una temporada de 116 juegos (.411) en 1995 y el porcentaje de slugging más alto en esa misma temporada (.775).
El pitheo era de lujo en esos años: Esteban Loaiza, Octavio Álvarez, Leo Moreno, Nathanael Reyes, Cupertino León, entre otros. En el cuadro se incorporó uno de los hombres más representativos de la historia del equipo, el legendario short stop José Luis “Borrego” Sandoval, un prodigio con el guante y líder del equipo. Una carrera ejemplar la del número 3.
El Siglo XXI trajo un nuevo escenario para el club, pues se tuvieron que mudar al frío y antibeisbolero Foro Sol y también estrenaron manager, Tim Johnson, así como otra pléyade de estrellas, como Pedro Orlando Castellano, Víctor “Flamingo” Bojórquez, el aguerrido Ray Martínez que cubría la tercera base, Cornelio García, Saúl Soto y quien lo sustituyó atrás de home, Miguel Ojeda.
En 2002 y 2003 Diablos obtuvo un bicampeonato al mando de Bernie Tatis. El slugger Félix José, así como Óscar Robles, el panameño Roberto Kelly y el pitcher norteamericano Bronswell Patrick reforzaron el roster escarlata.
Tuvieron que pasar otras cinco temporadas, algunas frustrantes para los aficionados, antes de volver a hacerse del campeonato. Fue en el año 2008 en la temporada de novato como manager de Daniel Fernández, que Diablos logró el decimoquinto. Carlos Valencia, Daniel Fornés, Iván Terrazas y el “Toro” Macías completaron al equipo.
El más reciente campeonato llegó hasta 2014, el último año del Foro Sol. Después de un desfile infructuoso de buenos managers como Mako Oliveras y Eddie Díaz, se contrató a Miguel Ojeda, que había sido manager campeón con los Diablos Rojos de Tepic. Él decidió renovar el roster con peloteros jóvenes como Emmanuel Ávila, Ramón Urías, Carlos Figueroa, Jesús Fabela, el “Haper” Gamboa, Alex Ortiz, Yair Lozoya y Efrén Delgado, entre otros. La afición los llamaba “Niños Héroes”.
Después de un breve periodo en el estadio Fray Nano, los Diablos Rojos del México ahora juegan en el Estadio Alfredo Harp Helú, uno de los más modernos del país donde esperan la llegada de la “Misión 17”, como le llama la oficina del club. Su nuevo manager, Sergio Omar Gastélum tiene esa encomienda.
Es difícil narrar las hazañas e historias de triunfo de una franquicia que cumple 80 años y es también injusto nombrar peloteros porque a la fuerza se tiene que dejar a otros fuera, a todos ellos ofrezco una disculpa.
En 80 años, los Diablos han disputado 9,371 juegos de temporada regular, de los cuales han ganado 5,273 y perdido 4,098 (.563). Su peor temporada fue la de 1944 (.311) y la mejor 1995 (.711). Un equipo que siempre es protagonista y que los rivales le juegan a ganar, que llena los estadios que visita, pero, sobre todo, que tiene una afición que es tradición y herencia de varias generaciones.