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Mookie Betts

Una vida de película.

La vida de Mookie Betts merece una película. Empezaría con una escena de su madre Diana Collins llevándolo a que jugara en ligas pequeñas a los 5 años en Nashville, Tennessee. Lo presentó con el manager que le habían recomendado, a quien le bastó una mirada al pequeño y delgado Mookie para dar una respuesta definitiva: no lo podía recibir en el equipo, pues su cuota de jugadores “chiquitos” ya estaba totalmente cubierta; necesitaba más jugadores grandes y fuertes.

La madre en vano trató de explicar las habilidades de su hijo, a quien notaba una extraña habilidad para concentrarse y aprender rápidamente, como cuando aprendió a tirar una bola de boliche a los tres años. Desilusionada con la respuesta, se dio cuenta que otros niños también estaban sin equipo, algunos llorando.

Así que reunió a todos los rechazados y empezaron un nuevo equipo. Ella sabía lo que hacía, pues de joven había sido la estrella del equipo de Softball en la secundaria de Paducah, Kentucky.

Aquí pudiera entrar una nueva escena de la película, casi 20 años después en el Fenway Park de Boston con Mookie Betts liderando a los Medias Rojas en la Serie Mundial de 2018 contra los Dodgers de Los Angeles, después de una temporada regular de 162 juegos en la que sería elegido como el Jugador Más Valioso de la Liga Americana, ganador de Campeonato de Bateo con .346, y logrando pertenecer al selecto club de 30-30 – jonrones y bases robadas.

Era apenas su cuarta temporada completa en las mayores y ya tenía los elementos para ser una de las más interesantes en la historia.

El y su novia Brianna Hammonds (recién acaban de tener un hijo), han vivido este increíble camino juntos, desde la secundaria Oliver High School.

Ahora la película vuelve a Nashville y sus alrededores de campos de béisbol, escuelas, canchas de básquet, pistas de boliche y todo lo que fuese competir. Su padre Willie Betts peleó en Vietnam en la Fuerza Aérea y se instala en Tennessee como superintendente mecánico del ferrocarril. Su mamá creció en una granja en Paducah, donde se enseñó con su abuelo y padres en la cosecha del tabaco y la ordeña de vacas; pero desde jovencita sobresalió como una extraordinaria atleta.

El joven Mookie Betts comenzó a destacar en varias áreas. Su mamá, principal apoyo y mentora, era una jugadora de boliche muy especial, con varios juegos de 300 en su carrera, y Mookie, su único hijo, creció entre las líneas, oyendo los pinos caer y haciéndose un fuera de serie en el deporte, y además en el soccer, el básquet, el beis e impresionaba a todos desde temprana edad al resolver el cubo Rubik en menos de 2 minutos. En una ocasión se inscribió en un torneo de ping pong y lo ganó con facilidad. A estas alturas ya no recuerda exactamente cuantos juegos perfectos ha tenido en el boliche. Sus amigos recuerdan su facilidad para los rompecabezas, como que no tienen chiste ni secretos para él.

La película debe incluir como a los diez años de edad vivió la separación de sus papas y se fue con su mamá a otra ciudad. Pero sus padres hicieron siempre una promesa, estar juntos cuando su hijo los necesitara en las distintas fases de su vida. Aunque se mantienen separados, sus visitas a verlo jugar con Boston o en otras ciudades lo hacen siempre juntos.

Otro capítulo infaltable en la película debe ser su entrada a la Universidad de Tennessee dónde perteneció al equipo de beisbol y su manager recuerda como bateaba con una facilidad enorme aún pitcheos que iban al suelo, después de un bote.

También debe incluir el terrible accidente del automóvil que traía a varios niños de un torneo de boliche en Kansas City. Se estrelló de frente contra un poste a gran velocidad. Su madre sólo recuerda como una persona, en el caos, recogió a Mookie del suelo y lo ayudó. Acabó con el pie roto, la quijada quebrada. Nunca se supo del “Ángel “que lo ayudó, dice su mamá: “siempre sentía la presencia de alguien superior que cuidaba de nosotros”.

Betts aparecerá en su película estudiando en la Universidad y ayudando a su equipo y al manager Mike Morrison, jugando short, o subiendo a cada rato a la lomita a pitchear, llamando la atención de los scouts de la Grandes Ligas. Betts hacia eso mientras encontraba tiempo para seguir jugando boliche, y en 2010, fue elegido como el “The Tennessean Bowler of The Year”. El mejor jugador del estado de Tennessee.

Hasta que llegó el momento de la decisión. Tomar el bono de 750,000 dólares de los Red Sox o seguir en la Universidad y jugar para sus equipos. Al decidir por irse con los Medias Rojas recuerda muchas mañanas sin haber dormido y hablarle su madre, queriendo regresarse a la Universidad y continuar sus estudios.

Pensaba que se había equivocado, recuerda Dianne, y las dudas le llenaban la cabeza. Muchos momentos de soledad lejos de casa.

“Se honesto contigo mismo”, le decía su madre. “Trabaja lo más duro que puedas y se humilde”.

La película de Betts, va a continuar y aún tiene muchos capítulos por escribir.

Su viaje al oeste y el enorme contrato con los Dodgers le garantiza la tranquilidad económica a él, sus padres y varias generaciones más. Pero él quiere trascender. Llenar las expectativas que se hizo desde niño. Cumplir sus objetivos.

¿Y cómo les fue con ese equipo que formaron de los niños que no tenían equipo?, le preguntaríamos a Dianne y sonriendo nos diría. “No muy bien, bueno la verdad nos fue terrible al principio, pero fuimos mejorando. Pero no nos salvamos del último lugar”.

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