Por José E. Tijerina
El Béisbol es un deporte en el que no ronda la muerte en el diamante, como en otros deportes como el fútbol, el boxeo, el fútbol americano por mencionar los deportes con más decesos. Sin embargo, fuera del diamante es otra cosa. Las muertes violentas abundan entre los estrellas y los que fueron estrellas. Por muerte, suicidio y accidente, el béisbol ha impuesto un récord de defunciones.
Cuando el pelotero estrella Arky Vaughan, 7 ocasiones en el equipo estrella de la Liga Nacional en la posición de Short stop, el pelotero más veloz que ha existido corriendo de primera a tercera base, fue encontrado ahogado en Lost Lake de California, en ese tiempo se produjo el deceso número 77 por muerte violenta entre peloteros de Ligas Mayores en el siglo XX.
Tomando como base los primeros 9,000 peloteros, desde el año de 1900, han muerto por suicidio un 2.3 por ciento, por homicidio 4.8 por ciento y por accidente el 6.6.
La enorme cantidad de suicidios no tiene explicación. El mayor número de muertes se debe a peleas y los decesos por accidente se deben al espíritu aventurero de los peloteros.
Constantemente corren a grandes velocidades por las carreteras. En ocasiones viajando profesionalmente. En otras como pasatiempo, están siempre en movimiento: cazando, pescando, manejando aviones propios, como el caso de Thurman Munson de los Yankees.
Pero la muerte por su propia mano es un gran misterio. Dos muertes no tienen explicación: ¿Saltó él o se resbaló?, ¿o fue empujado?. Este fue el caso de Ed Delahanthy, un estrella bateador que una campaña bateó arriba de .400 de porcentaje, campeón de bateo en ambas Ligas Mayores, es un caso que jamás ha podido ser descifrado. Ed Delahanthy desapareció el 2 de julio de 1903 en las Cataratas del Niágara. Ese año estaba bateando .388 cuando sucedió la tragedia que todavía nadie se explica.
Hay otro caso donde no se sabe si ¿se cayó o lo empujaron?, el de Arthur Irwin, fue un pelotero brillante en la Liga Nacional por 12 temporadas. Viajaba en el tren de Nueva York a Boston el 16 de julio de 1921, cuando pereció.
Un suicidio espectacular también de aquella época fue el de Alvin Powell, de temperamento explosivo. Jugó con Yankees y el Washington entre 1930 y 1945. Puso fin a su vida el 4 de noviembre de 1947, al suicidarse en la estación de policía con una pequeña pistola calibre 25.
Un suicidio que encoge el corazón fue el de un jovencito, Willie Hershberger, un cátcher que bateaba para .309 con los Rojos de Cincinnati. Su equipo estaba peleando por el primer lugar a brazo partido con Dodgers y Cardenales en la recta final de la temporada, cuando en un juego de gran importancia sufrió un passball que le costó la derrota a su equipo. Al terminar, se encerró en su cuarto de hotel y se escuchó una detonación.
Charles Chick Stahal que había renunciado como manager de los Medias Rojas de Boston, sólo unos días antes, tomó veneno en el campo de entrenamientos en West Balden el 28 de marzo de 1909. Fue jardinero central y capitán del Boston.
Hay otros suicidios, por ejemplo, el de Hugh Casey que fue un gran pitcher de relevo de los Dodgers que es recordado por el hecho de que estaba lanzando cuando Mickey Owen soltó aquel histórico tercer strike, cuando bateaba Tommy Henrich de los Yankees. En ese lance se perdió el partido porque se abrió el camino para un racimo de 4 carreras que dieron una de las volteretas más trágicas a un juego de Serie Mundial. Esto fue en 1941, en el Ebbets Field de Brooklyn. Tiempo después del incidente, Casey se suicidó cuando estaba hablando por teléfono con su esposa Kathleen. Ella escuchó el disparo y declaró que jamás se borró de la mente su esposo aquel pass ball de Mickey Owen.
Otros jugadores muertos por su propia mano: Oliver Tebeau, excatcher del Cleveland de 1918. John Wakefield, novato de Cardenales de San Luis el año de 1920. Jay Hughes, pitcher de la Liga Nacional, se mató en 1924. La misma suerte corrieron Clyde Dat, expitcher de la Liga Nacional y Walter Guy Morrison, expitcher de Boston el año de 1934. Chet Chadbourne, de Boston también se suicidó en 1943.
Joe Tinker, aquel grandioso parador en corto de los Cachorros de Chicago, hombre clave en aquella combinación de Tinker a Evers a Chance que hacían dobles play casi con los ojos cerrados, se suicidó el día de su cumpleaños. Dejó una carta que decía que iba a unirse con sus viejos compañeros.
Sólo un pelotero ha muerto en el mismo diamante, por lo que se refiere al béisbol de las Ligas Mayores: Ray Chapman, el short stop de los indios de Cleveland, el 17 de agosto de 1920. Le dio un pelotazo en la cabeza Carl Mays, pitcher de los Yankees.
Hay otros casos como el de Ed Morris, ironías de destino, en una fiesta dada en su honor en el campo de entrenamiento de Medias Rojas, el 28 de febrero de 1932. Ed había sido la sensación del campo de entrenamiento, se hizo de palabras con Joe White y éste, después de recibir un puñetazo, le dio dos puñaladas.
También por altercados han muerto algunos peloteros como Larry McLean, cátcher de Cincinnati, Jerry Harrington, de los Cardenales, en 1934 un ex luchador profesional mató a Thomas Cowell de los Cardenales en un pleito callejero; John Levi, firmado por los Yankees fue asesinado en Denver por una dama. John Sheridan, pelotero de Grandes Ligas y más tarde policía, murió durante un asalto en su propio restaurante.
También recordamos muertes en accidentes de aviación como la de Roberto Clemente, de los Piratas de Pittsburgh, la de Thurman Munson de los Yankees, y la más reciente de Roy Halladay en 2017.
No podemos pasar por alto aquel suicidio de uno de los mejores relevistas de los Serafines de California, Donnie Moore, quien escuchó las burlas del público en aquella Serie Mundial de 1989, Moore nos dejó aquella imagen de domingo por la tarde, donde con la cabeza gacha se negaba a ver como Dave Henderson, desbordante de felicidad, recorría las bases del diamante. Todo se debió a que no pudo ponchar (a tan solo un strike) a Henderson, quien le conectó un cuadrangular que valió la victoria y el pase a la Serie Mundial para Boston. Desde aquel juego, lo único que recibió Moore fueron desprecios y abucheos por parte de los aficionados, Moore de treinta cinco años de edad, jamás olvidó ese lanzamiento y nunca pudo superar ese momento, culpándose miles de veces; y al final de cuentas dicho lanzamiento fue el ingrediente final de su existencia.
Así como han existido muertes dentro del beisbol; como el suicidio, muertes por accidente, por altercados, también hay muertes con final muy extraño y uno de ellos fue de James Phelps un jardinero que al perseguir un elevado en el fondo de su jardín, lo mordió una víbora venenosa y murió al día siguiente.
Podemos seguir mencionando más peloteros que han muerto en esa combinación de Suicidio-Homicidio-Accidente, por ejemplo el de Aurelio Rodríguez en el 2000, Aurelio López en 1992, Nelson Barrera en el 2002, Miguel del Toro en el 2001, Vicente “Corazón” Torres y Adolfo “Chamaco” García en aquel accidente del autobús de los Sultanes de Monterrey, Eloy Gutiérrez en 1967, la muerte de Rondey Dorame en una balacera, sin olvidar aquellas muertes de Lázaro Salazar en 1957 que dirigía a los Diablos Rojos, el accidente aéreo donde muere el magnate Jorge Pasquel en 1955, el de Francisco Barrios en 1982 que fallece por las adicción a las drogas. El de Zalman Jack que murió de conmoción cerebral al caer del 2do piso, la reciente muerte sorpresiva del pelotero Matt Pobereyko. En 2020 se recuerda cómo el pítcher zurdo ex big leaguer, Narciso Elvira era asesinado en Medellín de Bravo, Veracruz.
Increíblemente esa combinación de Suicidio-Homicidio-Accidente es 8 veces mayor en peloteros de beisbol que en jugadores de otros deportes.
Como al principio lo mencione, la muerte no ronda en el diamante, la alta estadística de muertes es fuera del diamante ahí es donde nos preguntamos. ¿Porque alrededor del Beisbol hay tanta muerte violenta?