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OPINIÓN

¿POR QUÉ DE MI AMOR AL BEISBOL?

Podría responder, sin temor a equivocarme, que amo el beisbol porque es el mejor deporte del mundo y el que no esté de acuerdo, vive en el error… Bromas aparte, hay muchos lugares comunes que responden esta aparentemente simple pregunta, por ejemplo habrá quien diga que ama el béisbol por el olor a pasto recién cortado, por la sensación de atrapar una línea o de pegar el hit que produzca la carrera del gane. No son malas razones, sobre todo porque jugar béisbol es algo que se lleva siempre en las venas.

Sin embargo, hay muchas más, la primera que se me ocurre es que el béisbol es algo que podemos compartir con otros. Estemos o no de acuerdo sobre algún tema, el béisbol es nuestro lugar común. Por ejemplo, puedo decir que en mi opinión, mientras los Dodgers tengan a Dave Roberts como manager, no ganarán la Serie Mundial, o que pagarle más de 50 millones de dólares a un pelotero es como darle el beso de la muerte. 

Claro está que habrá quien piense que estas afirmaciones son absurdas y que tanto el tiempo como la lógica probarán que mi dicho es erróneo ¿Y saben qué es lo mejor? Que aunque tengamos opiniones distintas podemos discutir en Twitter o en Facebook sobre el tema sin que ello signifique que estemos enemistados.

Otra razón para amar el beisbol es que los aficionados somos capaces de ir al parque a ver a un equipo al que no le vamos con tal de ver un buen juego de pelota. Cuando los Tigres Capitalinos se mudaron de ciudad, primero a Puebla y luego a Cancún, a los aficionados abandonados no les quedó de otra y empezaron a asistir a los juegos de Diablos Rojos del México, su franquicia más odiada. Personalmente pude constatar esta situación, pues viví ocho años en Monterrey y ya me sabía mejor el roster de los Sultanes, que el de los propios Diablos.

Amo el beisbol porque es una fuente inacabable de aforismos. Las sentencias que aprendimos del Mago Septién, quien por cierto le iba a los Tigres, las hemos aceptado como parte de nuestra cultura beisbolera. ¿Quién no conoce el famoso “esto no se acaba hasta que se acaba”? Yogi Berra nunca imaginó que sus frases fueran a ser tan repetidas y mencionadas por cronistas de todos los medios hasta convertirlas en clichés. 

Entre mis aforismos favoritos están: “bateador emergente, o se poncha o da de hit,” “después de un gran foul, un gran ponche,” “pitcher que empieza ponchando, pierde el partido,” “contra la base por bolas no hay defensa,” “grandes tragedias se han escrito con dos outs,” “sin los números, el beisbol no tendría pasado ni futuro” y la que es por mucho la más poética: “¿Qué sería el beisbol sin los umpires?: Una forma insensata de correr las bases.”

Amo el beisbol porque es democrático y plural. Nada une más a un grupo heterogéneo de aficionados que reconocer una verdad como una casa: Que la temporada pasada en la Major League Baseball, las pelotas estaban “doctoradas”. Ya veo por ejemplo a dos muy conocidos, pero antípodas aficionados al beisbol, a Onésimo Cepeda y al López Obrador echándose un cafecito en torno a este hecho innegable. Lo cierto es que el beisbol reúne a las personas.

En ningún otro deporte profesional, los extraños se vuelven amigos a fuerza de ocupar las mismas localidades durante años, ni los desconocidos construyen vínculos tan estrechos en torno a la afición por su equipo. El ambiente siempre es festivo, tanto en la tribuna como en el campo, se gane o se pierda.

Amo el béisbol porque maneja su propio ritmo. Quien diga que en el beis no hay acción, está completamente equivocado, claro que hay acción, solo que no todo el tiempo, además que los mejores juegos son los que apenas se ganan por una carrera. El béisbol no está sujeto a un reloj, sino que se desarrolla según se dan las circunstancias y termina… cuando termina, ni antes ni después. 

Amo el béisbol porque hasta que no cae el último out, no hay certeza absoluta de quién será el ganador. Amo el béisbol por mil razones más… y lo amaré siempre.

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