Connect with us

Nostalgia

HÉCTOR ESPINO: ¡Uno de los que se quedaron en casa!

Por José E. Tijerina

Héctor Espino, la estrella mexicana que ha bateado con más fuerza en todos los tiempos, se mantuvo siempre escondido de sus admiradores americanos, no tanto por el sistema, sino por su voluntad.

En 1964 Bobby Maduro, ex-jugador de los Habana Sugar Kings, localizó a Héctor Espino y lo contrató para que participara en el fin de temporada de los Cardenales de San Luis, quedándose con los Jacksonville Suns. Espino bateó tres jonrones y dio .300 en 100 veces al bat, pero los reporteros de Estados Unidos no hablaron bien de él, a lo que Maduro comentó: ” Nunca se pudo adaptar a las cosas de aquí, ni a la comida ni a la manera de vivir, ni a nada”.

Los Cardenales de San Luis compraron su contrato a Monterrey a principios de 1965. Como se acostumbra en México, esta ” firma de bonos” fue para su equipo, con lo que Espino debería recibir un salario de inicio normal en Estados Unidos. Sin embargo, él se dio cuenta de que el propietario de Sultanes, Anuar Canavati le sugería que regresara a la solitaria e incómoda existencia de las Ligas Menores, mientras Canavati llenaba sus propios bolsillos. Espino exigió un porcentaje del 10% del contrato, a lo que Canavati se negó y suspendió a Espino por no presentarse. Finalmente, Espino se dio por vencido y abordó un avión para ir al campo de entrenamiento de primavera de los Cards, en Tampa, Florida. Se alejó lo más que pudo de Dallas, y después regresó a México. Más adelante expresaba: ” No me arrepiento. Si él( Canavati) hubiera estado dispuesto a gratificarme con algún tipo de bono desde la venta de mi contrato, habría ido, pero bajo esas circunstancias, no podía hacerlo. Si tuviera que hacerlo nuevamente, lo haría de la misma manera”.

La prensa mexicana lo llamó “el Rebelde de Chihuahua” y él, en respuesta a este trato de la prensa, opinó: “Nunca me han tratado como deben hacerlo”. Me ponían apodos y me criticaban por lo que soy, sólo por luchar por mi contrato. Siempre estaban de parte de Canavati y escribían lo que él decía, en lugar de lo que realmente pasaba. Yo peleaba por mis contratos porque yo sabía lo que valía”.

El intercambio de Espino fue algo muy familiar para todos los que leían las páginas deportivas durante la temporada de verano en Estados Unidos. Las confrontaciones públicas son algo muy reservado para la cultura norteamericana, y las definen como una consecuencia justificada. Los reporteros americanos de deportes tratan de interpretar significados más profundos dentro de estas discusiones, formulándolas en términos generales de negro contra blanco, español contra inglés. Pero lo que ellos olvidan es que los reporteros mexicanos vieron en este tipo de choques (Espino y Canavati): una competencia entre dos hombres que va a ser observada y disfrutada por miles de lectores. Una de las cosas que los reporteros americanos no visualizan es este punto de vista de los latinos: el drama de la vida diaria, porque veinte años después (1985), Espino aún estaba orgulloso de no haber renunciado a ese por ciento menos para Canavati.

Héctor Espino jugó beisbol cada verano desde 1961 en que estampó su firma con Sultanes de Monterrey hasta 1985 que se retiro con Sultanes. Jugaba todos los inviernos en la Liga de Costa del Pacífico de México, con Naranjeros de Hermosillo. Su récord combinado de las Ligas de verano y de invierno ascendió a más de 760 jonrones, y su carrera en el bateo logró un promedio mayor a los .330, con 18 títulos de bateo, y 11 títulos de home run. Bateo dos veces más de .400.

Espino hizo de México un campo de recreo en donde él podía jugar béisbol, y batear jonrones. Dondequiera que iba volteaba a su país de cabeza. Era como un cuento de hadas. Espino tuvo la oportunidad de vivir ese cuento de hadas en Estados Unidos, de ganar un buen salario después de unas cuantas temporadas de grandes jonrones, pero los dólares a los que renunció no le habrían comparado lo que recibió a cambio. En sus 25 años de carrera, nunca estuvo lejos de sus amigos ni de su familia. Su salario lo colocó a nivel de la clase media alta, permitiéndole obtener un desahogado estilo de vida incluyendo buena comida, ropa fina, muebles de muy buen gusto y sirvientes; y lo mejor de todo: era el amo y señor de su propio destino. Su estrellato en México, significaba que su destino no estaba en duda, y que nunca sería una víctima del status de los trabajadores migratorios en un país extranjero.

Irónicamente, muchos jugadores latinos resisten la fatiga de pasar varios años en Estados Unidos con la esperanza de regresar y pasar todo el año con un tipo de vida como la que alcanzó Espino.
En 1985, cuando se le pidió a Espino que meditara acerca de su grandiosa carrera, expresó: “Dar un jonrón es una gran satisfacción, pero momentánea; tienes que vivir en la realidad. Mis récord no van a durar para siempre, y sé que llegará alguien, algún día, a romper mi récord de jonrones. Lo más satisfactorio, de lo que yo realmente me siento orgulloso, es que he jugado durante 24 años. No mucha gente logra mantenerse tanto tiempo en estas ligas”.

La humildad de Espino es eclipsada por sus récords ante los ojos de los aficionados mexicanos. Ahora en la actualidad su sobrenombre ya no es “El Rebelde de Chihuahua”, sino ” El Superman de Chihuahua”.

Loading

1 Comment

1 Comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

More in Nostalgia